Volver a casa, al cuerpo es fundamental e imprescindible para nuestro bienestar físico, mental y emocional
En general estamos bastante desconectados de nuestro cuerpo. Con lo cual nos alejamos de nuestros sentidos. Estamos la mayor parte del tiempo con una alta actividad
mental. Este alejamiento puede darse tanto en situaciones de estrés como en situaciones de dolor o enfermedad.
La calidad de vida depende en gran parte del estado en que estén nuestros músculos, articulaciones y huesos. El cuerpo va cambiando en las diferentes etapas de la vida. Si, a diario, dedicamos unos minutos a realizar un trabajo corporal consciente conseguiremos evitar los dolores producidos por la musculatura en tensión. Así podremos alargar la vida activa del cuerpo y experimentaremos, además, una placentera sensación de comodidad.
Para tener un cuerpo saludable, que funcione correctamente, es necesario aprender a mantener activo todo nuestro esquema corporal.
En la infancia nuestro cuerpo tiene las condiciones propicias para tener una vida orgánica y sana, pero a causa de malas costumbres, momentos de presión y crispaciones, la musculatura se va tensando y el fluir lógico de nuestra estructura, se va dificultando. Con la repetición de
estos procesos, las formas se van anclando y así se conforma una coraza, con la cual es difícil sentirse
cómodo.
El Movimiento Consciente trabaja desde la musculatura profunda, respetando la corrección postural.
Si vamos estresados puede que estemos constantemente “en la cabeza”, pensando, analizando, planeando, creando, haciendo. Si tenemos una condición física de dolor o enfermedad puede que nos hayamos alejado del cuerpo para evitar sentir el dolor.
En ambos casos alejarse del cuerpo es alejarse de las sensaciones, de los sentidos. Y con ello nos alejamos
de nuestras emociones y de nosotros mismos.
Nos volvemos más rígidos, la respiración se vuelve más superficial, nos tensamos más. Es un ciclo vicioso.
El primer paso para romper este bucle es volver al cuerpo.
Los movimientos conscientes son una parte integral. Se podría decir que constituyen una “meditación en movimiento”. Estos movimientos son sencillos, seguros y agradables de realizar. Además, están basados en yoga, pilates, en el Chi-Kung y son enormemente beneficiosos para el cuerpo y la mente.
Este método aborda el cuerpo y el movimiento de una forma personalizada, con una mirada sensible, observando el estado corporal de cada persona, teniendo en cuenta las distintas edades, condiciones físicas y posibilidades, la escucha que cada uno hace de su propio cuerpo.
Con la práctica se consigue recobrar la movilidad y la vitalidad de los músculos que los acontecimientos o
los malos hábitos han llevado a retraer, incluso acortar o atrofiar. Además de ampliar la conciencia corporal.
Parte de la tarea consiste en ir localizando los nudos de cada uno y aprender a disolverlos mediante movimientos.
Es muy importante mantener nuestro cuerpo en el mejor estado físico posible, para frenar el ciclo de inactividad, pérdida de habilidad y más dolor o fatiga. Así, practicar los movimientos con sensibilidad incrementará la conciencia de nuestro cuerpo y nos ayudará a sentirnos más relajados, conectados y vivos.
En general estamos bastante desconectados de nuestro cuerpo. Con lo cual nos alejamos de nuestros sentidos. Estamos la mayor parte del tiempo con una alta actividad mental. Este alejamiento puede darse tanto en situaciones de estrés como en situaciones de dolor o enfermedad.
Si vamos estresados puede que estemos constantemente “en la cabeza”, pensando, analizando, planeando, creando, haciendo. Si tenemos una condición física de dolor o enfermedad puede que nos hayamos alejado del cuerpo para evitar sentir el dolor.
En ambos casos alejarse del cuerpo es alejarse de las sensaciones, de los sentidos. Y con ello nos alejamos
de nuestras emociones y de nosotros mismos.
Nos volvemos más rígidos, la respiración se vuelve más superficial, nos tensamos más. Es un ciclo vicioso.
El primer paso para romper este bucle es volver al cuerpo.
Este método aborda el cuerpo y el movimiento de una forma personalizada, con una mirada sensible, observando el estado corporal de cada persona, teniendo en cuenta las distintas edades, condiciones físicas y posibilidades, la escucha que cada uno hace de su propio cuerpo.
Con la práctica se consigue recobrar la movilidad y la vitalidad de los músculos que los acontecimientos o
los malos hábitos han llevado a retraer, incluso acortar o atrofiar. Además de ampliar la conciencia corporal.
Parte de la tarea consiste en ir localizando los nudos de cada uno y aprender a disolverlos mediante movimientos.
El beneficio más importante de un cuerpo suficientemente fuerte y elástico tanto en la estructura externa como en la musculatura profunda es la prevención de daños mayores en caídas, movimientos bruscos o de esfuerzo. Por ejemplo, si andando por la calle nos torcemos un tobillo en una acera rota, con un estado físico saludable veremos que:
– Al tener flexibilidad, los tendones no se rompen, sino que pueden hacer un efecto de ida y vuelta gracias a su capacidad elástica.
– La musculatura fortalecida sostiene la zona en peligro, impidiendo que el golpe tenga mayores consecuencias y protegiendo lo huesos. – Corregirá tu postura
El conocimiento del propio cuerpo es el comienzo de una buena salud, a partir de esto comienza una transformación que irá por etapas.
Las posturas y actitudes corporales pueden cambiarse. Para ello es necesario un trabajo que implique observarse y tomar conciencia de nuestros hábitos. Así tendremos libertad para experimentar nuevos movimientos, disfrutar de nuestro cuerpo y cuidarlo mejor.
Lo que buscamos es “recolocar” el esquema corporal. Huesos, tendones y músculos están conectados entre sí formando una red en la que dependen unos de otros. Al modificar una zona, todas las cadenas musculares hacen eco de este cambio y necesitan reacomodarse a la nueva situación, ya sea para alargarse, acortarse, relajarse o adquirir más tono, según sea su función, hasta poder ir logrando el equilibrio deseado. Se trata de modificaciones complejas que hay que ir siguiendo en su evolución de forma
personalizada.
La corrección postural hace que ahorremos energía, en vez de gastarla intentando llevar estas dificultades a cuestas. Con una buena postura, manteniéndonos en el eje, la musculatura sostiene el esquema corporal correctamente, lo que permite obtener un mayor rendimiento.
Un ejemplo de cómo los hábitos corporales influyen en nuestra vida cotidiana: observemos los dedos de nuestros pies, que en la mayoría de las personas están muy juntos, y con pocas posibilidades de movimiento, lo cual influye en la forma de pisar y caminar. Y con esta base, se van a ir configurando los huesos y músculos de todo el cuerpo.
En un trabajo de corrección postural, se presta especial atención a columna, cuello, ubicación de la cabeza,
hombros, forma en que pisan los pies y dirección de las rodillas. El resultado es un cuerpo más “cómodo” y
el fluir de movimientos.
Es importante recordar que todo cuerpo puede ser modificado, estas estructuraciones son reversibles. ¡Solo
hay que proponérselo y comenzar cuanto antes!
Comunicación corporal: un juego de sutileza y creatividad.
¿El lenguaje corporal influye en la imagen que transmitimos? ¡Claro que sí!
Quien tiene una espalda estirada, se mueve con seguridad y relajación suele transmitir confianza.
Es imposible no comunicar algo, la sola presencia de una persona en un lugar determinado ya está comunicando. La comunicación comienza con nuestro lenguaje “no verbal”.
Uno de los efectos extra de la mejora postural es precisamente que nuestra sola presencia comunica
positividad.
Además de tener en cuenta la salud, ¿por qué no buscar también la belleza del movimiento? La forma en
la que andamos, nos movemos, nuestros gestos, son la vía de comunicación que tenemos con nuestro entorno. La armonía y elegancia es algo que transmiten aquellas personas cuyos movimientos fluyen orgánicamente.
La persona aprende a escuchar su cuerpo y va avanzando en la medida de sus posibilidades, sin prisas y
con respeto. Se busca que todos puedan sentirse autónomos en su cuidado, ya que el objetivo es aprender
a sentir y escuchar lo que la percepción interna nos va indicando.
Se irán despertando todas las zonas dormidas o débiles, sobre todo la musculatura profunda, que en las gimnasias tradicionales no se tiene muy en cuenta. Así se pueden ir eliminando infinidad de dolores y rigideces musculares. Se trabaja a favor y no en contra del cuerpo: no se lo fuerza ni se lo sobreexige, se favorece la creatividad, la liberación expresiva y emocional.
El propósito del movimiento expresivo es favorecer la comunicación y armonización entre los planos
corporal, emocional y mental para así poder ampliar sus posibilidades expresivas y creativas. Para que
haya un aprendizaje es necesario trabajar desde la empatía y la escucha, esto unido a herramientas como
la creatividad y el juego, nos lleva a adecuar la comunicación para que según la situación sea sutil y a la
vez eficaz.